8 de mayo de 2008

Lluvia


Escuchaba el constante ritmo del agua golpeando los cristales, era un día caluroso, pero estaba tapada hasta los ojos, me sentía pequeña y frágil, y me daba miedo salir de aquel cuarto.
Como un gran acto de valor, me levanté moribunda y me arrastré hacia el baño. Mi cuerpo estaba entumecido y mis ojos se negaban a abrirse del todo. La oscuridad oscupaba toda la casa, ni un sólo haz de luz conseguía atravesar las barreras.
Me desnudé ritualmente y dejé que el agua resbalara purificadora sobre mi cuerpo. Sentía las gotas acariciar mi piel y el calor me hacía recuperar la vida que me había abandonado durante la noche. Empecé a abrir los ojos y miré a través de la cortina de agua, me costaba adaptarme a la oscuridad, pero poco a poco se dibujó una figura frente a mi. Sus ojos se clavaban como dagas. Semblante serio y reflejo de luz parpadeante.
No me asusté, tendí una mano fuera de mi cascada y agarré el cigarro mientras cerraba el agua. Dejé que el humo inundara mis pulmones en una inhalación profunda. Lo apagué y cogí una toalla para tapar mi verguenza. La vergüenza de este cuerpo profanado por la vileza.
Me di la vuelta para salir hacia el cuarto cuando sentí tu aliento en mi nuca. Me paralicé y me puse en tensión. Sentía los segundos como horas, mi respiración se corto en lo que parecía una agonía dulce.
Tus labios rozaron mi cuello y mi cuerpo recuperó el aliento, que se volvió suspiro. La tensión desapareció mientras tomabas mis manos y dejabas que mi cuerpo apareciera de nuevo tras la caída del telón.
El camino de vuelta a la cama fué un pequeño vuelo de pájaro, el frío había desaparecido y la lluvia ya sólo extendía un suave manto húmedo sobre la tierra.

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