18 de abril de 2008

Ella

Otra vez estaba ahí, mirándome frente a frente en la oscuridad. Esa mirada acusadora que me perseguía constantemente. ¿Por que no me dejas en paz? Trataba de huírla, rehusaba cruzarme con ella, pero era imposible. Cuando caía la noche sus ojos eran como dos enormes lunas que no se separaban de mí, sentía como si todo el mundo pudiera verlo igual que yo, aún cuando sabía que eso no era posible. Me pertenecían a mí, eran mi condena por las faltas que había cometido. Mi penitencia. Mi amarga compañía.
Cada noche sin falta venía a verme a mi cuarto, y yo me desesperaba, me retorcía, gritaba, lloraba...era una amarga daga la que se me clavaba en el pecho.
No podía más, tenía que escapar de ella. Salí corriendo en medio de la noche, las calles estaban vacías de gente pero llenas de ojos que me miraban. Corrí, corrí sin rumbo, entrecerrando los ojos. La imagen se distorsionaba, sólo distinguía las luces difuminadas de las farolas. Escuchaba el resonar de mis pasos sobre el empedrado, mi respiración acelerada que se mentremezclaban con mis sollozos y sentía las gotas de lluvia que empezaban a calar mi ropa.
Creí que el corazón me iba a estallar, estaba desorientada, extenuada pero parecía que la había perdido. Le había dado esquinazo, podría descansar aunque sólo fuera un momento.
Me senté en un banco del parque donde me encontraba, miré a mi alrededor intentando descubrir algo conocido que me ayudase a saber donde estaba. Creí reconocer una de las calles que salían de la ciudad vieja, iría por allí antes de que ella volviera a alcanzarme.
Tomé aire y me encaminé calle abajo.
A medida que mis pasos avanzaban sentía mas cercana su presencia, me seguía pero no se mostraba. Estaba acechante, esperando a ver mi reacción, esperando a saber donde iría a guarecerme de ella a sabiendas de que siempre me atraparía.
Aceleré el paso, sabía perfectamente donde me encontraba en ese momento y sabía a donde dirigirme. empecé a sentirme más segura, con una mínima esperanza de separarme de ella esa noche.
Estaba empapada, la lluvia era más fuerte ahora, corrí, cada vez más rápido, mi corazón bombeando, mis pulmones llenos de aire...corría, corría cada vez con más ganas. Te dejaré atrás. No me encontraras esta noche.
Llegué al portal y llamé insistentemente al timbre. Empezaba a impacientarme, si tardaba mucho me encontraría.
Escuché una voz y supliqué que me dejase entrar...la puerta se abrió y entré apresurada. Cerré la Puerta y subí las escaleras corriendo, piso por piso hasta llegar a su puerta. La golpeé con mis puños desesperados y se abrió. Me miraste sorprendido...
¿Que ha pasado?. Abrázame.
Me quité la ropa mojada y me di una ducha caliente mientras me mirabas preocupado. No entendías que hacía a esas horas de la madrugada en tu casa y en aquel estado. No recibiste ninguna explicación, pero no te importó en ese momento.
Me vestiste y me arropaste en tu cama, me abrazaste y me prometiste que dormiría tranquila. Tú velarías mi sueño, allí nadie me encontraría. Te creí porque ella te respetaba, sabía que tú podías vencerla.
Pasaron veloces las horas y amaneció en tu ventana. Abrí los ojos y te vi. Observandome con cara seria. Una explicación. Eso me pedías, querías ayudarme, pero yo no quería, era mi castigo, debía vivir con ello aunque a veces intentara zafarme. No podía explicarte.
Tu mirada estaba triste y expectante, no recibías respuestas, solo abrazos y escondidas miradas, te di un beso y te regalé media sonrisa. Me vestí y bajé a su encuentro. Ella estaría esperándome en el portal para acompañarme de nuevo a casa. Su mirada ya no era como anoche, se atisbaba un resquicio de complacencia.

No hay comentarios: